Pequeña escala: La virtud necesaria
La reforma se ha convertido en una especialidad profesional por derecho propio. Provista de la complejidad de un programa funcional completo, debe adaptarse a los requerimientos del cliente y de la rigidez del sitio. Un campo de trabajo que a menudo se ha tornado ingrato y que es un reflejo de la sobresaturación del sector; empresas y profesionales en búsqueda de un resultado efectista de la obra. Un campo de experimentación que en ocasiones está desprovisto de las respuestas a las cuestiones esenciales del proceso y que genera ruido y distorsión a su alrededor.
Esta situación me hizo reflexionar sobre las necesidades del cliente y de cómo satisfacerlas. Los años de experiencia no sólo me han concedido el oficio y la destreza necesaria para afrontar con solvencia la reforma, sino que también ha asentado en mí la certeza de que nuestro entorno influye directamente en nuestra calidad de vida o dicho de otro modo, que la aspiración esencial del proceso de reforma no es otro que la mejora en nuestra forma de vivir.
Por eso y para quien haya vivido algo similar va esta reflexión. Recibí el encargo, como tantas veces ocurre, de un matrimonio amigo, apremiados por la excitación de la compra de un piso en el centro de Ciudad Real. La premisa de partida era ampliar y multiplicar los espacios comunes y hacerlos flexibles ya que felizmente la familia se había incrementado con un nuevo miembro. Así las cosas, no se debía descuidar el aspecto formal del resto de usos programáticos. Se antojaba un encargo lleno de dificultades: Había que plegarse a los límites de la envolvente y solucionar la creación de un estudio para el teletrabajo y un aseo además de la zona común de articulación y tres dormitorios, el de matrimonio con baño integrado y otro de uso común.
Se crea una estancia principal de carácter diáfano con un mueble de madera panelado que articula la cocina y el salón en un eje longitudinal, desmaterializándose en su búsqueda de la luz. A su vez este espacio puede compartimentarse según las necesidades de los clientes mediante un liviano panel corredero de vidrio que divide la zona de acceso semipública donde se ubica el estudio y el aseo y a su vez se comunica con la zona privada de noche de la familia. Así pues, una vez resuelto de forma eficaz el funcionamiento de la vivienda y establecidos usos, solo quedaba dotar de dimensiones adecuadas y adaptar la escala de la intervención a la rigidez formal de su ejecución.
La dotación de instalaciones estuvo condicionada desde el primer momento por la mejora de su eficiencia energética, así se opta por la climatización con suelo radiante refrescante mediante aerotermia apoyado por un recuperador de calor que permite que el gradiente térmico oscile en márgenes muy pequeños generando un considerable ahorro energético. La ventilación natural de la vivienda se realiza de manera mecánica con renovaciones de aire limpio filtrado al interior, consecuencia esta de la los efectos de la pandemia que en ese momento estábamos sumidos.
En este punto, la materialización no supuso un problema, sobrevino de manera espontánea por imposición de la necesidad. Mantuvimos la prioridad de potenciar la luz natural, generosa en la mañana desde fachada y escasa en las estancias interiores, por ese motivo optamos por los materiales de paleta cruda en suelos y revestimientos o ausente de color dotando de blanco inmaculado en la envolvente, incluso en los baños. Se aporta calidez con la madera contundente y sus salpicaduras a lo largo de la vivienda y que mantienen el diálogo de sus materiales. Con esta sencillez cromática se consigue aportar amplitud y luminosidad, dotando la vivienda de un nuevo aspecto visual y la correcta adecuación para sus nuevos moradores.
Artículo: Santiago De Nova.
Fotografías: Pedro López Hervás.