La primera vez que conocí a nuestro cliente lo hice por medio de su hermano, que ya había venido al estudio a plantearnos el encargo y nos adelantó con premura las circunstancias vitales que atravesaba y que le obligaban a plantearse un nuevo comienzo vital. Este hecho propiciaba que la solución tuviera que ser versátil a la vez que tenía que adaptarse a las nuevas necesidades y retos de nuestro cliente, por lo que la vivienda debía ser capaz de replicarse a sí misma y tener previsión para aumentar su espacio según sus necesidades futuras.
Con esta desnuda declaración de intenciones, nos desplazamos hasta la que sería la casilla de salida, el lugar. Se trataba de un solar abrupto, en Sanlúcar de Barrameda, con gran desnivel cerca de la cumbre de una escarpada colina sin consolidar.
El lugar determinaba la casa pre-sentida: Las vistas hacia el lago del valle y la alameda, presagian a su espalda la desembocadura del Guadalquivir y, más allá, la playa del Bajo de Guía. Con este claro escenario del lugar debíamos enfocarnos en la premisa principal; partir de cero y necesitar menos. Otra vez la máxima de Mies, en esta ocasión como necesidad del proceder.
En arquitectura, la construcción que necesita menos, consume menos y siempre es más exigente en su desempeño para conseguirlo, generalmente surge en entornos o circunstancias extremas y en nuestro caso un nuevo comienzo era el punto de partida.
PENSAR PRIORIDADES DESDE EL INICIO
El proyecto aparentemente mínimo, nos desveló que la estrategia de la supervivencia es tenazmente selectiva y deshecha las opciones innecesarias. Se trataba pues de un ejercicio de elegir lo prioritario. Había que realizar el planteamiento bajo criterios de ausencia, lo nos puso sobre la pista de “fabricar” el encargo, producirlo fuera del lugar y reducir el proceso de construcción en el sitio para plantar la casa una vez concluida, pretendiendo su brote espontáneo en el lugar.
La reflexión del programa de la casa mínima se descubre naturalmente cerrada a norte, en fachada blanca andaluza sobria y abierta hacia el valle del sur con grandes paños de vidrio buscando la luz y las vistas del lago, buscando la fusión del dentro y fuera desdibujando sus límites. Esta sencilla solución implica además que la casa debe protegerse del sol con el uso de vegetación, tamices y celosías. Las reducidas dimensiones del espacio vital hacen que el programa sea común, de tan despojado que queda. Tanto es así que pareciera que estuviéramos ante una implantación en un no-lugar.
La previsión futura nos hizo pensar en dimensionar y dar uso a espacios no existentes todavía y a teorizar con propuestas moduladas y volumetrías que respondieran al terreno y permitieran hacer un espacio múltiplo.
La casa Mínima está viva, sólo acaba de comenzar su andadura y se antoja que no concluirá completamente del todo nunca, su uso dará paso su forma definitiva o en respuesta con una norma clásica de arquitectura: La función precede a la forma.
Artículo: Santiago De Nova – Alberto León.